El psicoanálisis es un método clínico creado por Sigmund Freud.
El psicoanálisis es un método clínico creado por Sigmund Freud. Se considera que el trabajo que lo inauguró fue: La interpretación de los sueños (1900) aquí, Freud planteó con amplitud y claridad el inconsciente y los sueños como vía regia a ese lugar o topos; Freud expuso en este magnífico texto su teoría topográfica de la mente y presentó al aparato psíquico dividido en tres localidades: Inconsciente, preconsciente y consciente. Y el lector, lectora, podría preguntar: ¿dónde quedan esos lugares? A lo que no podemos más que responder: Son lugares sin localización; pero esta respuesta no indica que por eso no existan; sabemos de ellos – sobre todo del inconsciente – por sus manifestaciones, una de estas, el sueño.
En su trabajo clínico, en el que siempre buscó motivaciones inconscientes de la conflictiva del paciente, Freud siempre dio importancia a los fenómenos oníricos; también al sentido de los síntomas, a los lapsus, los actos fallidos y por supuesto, a la transferencia, que ya había descubierto en el historial clínico de Dora, una de sus pacientes histéricas y que se considera el primer caso tratado con técnica psicoanalítica; es importante decir que aunque Freud descubrió dicho fenómeno en ese tiempo (1900), eso no significa que pudo analizar la transferencia con su paciente; faltaban al menos 12 años para que hablará con mayor comprensión de ese concepto importante; lo hizo en sus trabajos técnicos.
Por otro lado, el psicoanálisis es un conjunto de conceptos e ideas que giran alrededor de lo inconsciente y de la sexualidad infantil; sobre este último tema, controvertido y polémico en aquella época, victoriana (y aún en la nuestra), habló en sus Tres ensayos para una teoría sexual (1905). Los descubrimientos y definiciones conceptuales, observadas y comprendidas en la clínica, conforman un cuerpo teórico que da sustento a la práctica en la consulta diaria.
La fundamentación teórica de esta disciplina del conocimiento es sumamente sólida, congruente y coherente; sus hipótesis argumentativas dan derecho a hablar del psicoanálisis como una ciencia, pero no de corte positivista y experimental, sino una que toma en cuenta la singularidad del sujeto, la cual nunca podrá ser medible ni comprobable. Por eso la clínica analítica trabaja con el individuo, sin dejar de comprender y tomar en cuenta que nuestra historia personal, cultura y vivencias, matizan nuestra personalidad y marcan nuestra existencia.
El psicoanálisis es igualmente un método de investigación. Investigamos a partir de la clínica. En esta disciplina la investigación nunca podrá divorciarse del trabajo con los pacientes. De ahí provienen los descubrimientos y los nuevos conocimientos que nos llevan a ampliar el horizonte, tanto en el orden de lo conceptual como en el ejercicio de la clínica. Para su investigación, el psicoanálisis toma como fundamental lo que en otras ciencias se consideraría prescindible e incluso perjudicial para la mirada “objetiva” de los fenómenos: Los sueños, las vivencias traumáticas, la realidad psíquica, el mundo interno, etc., pero sobre todo y primero que nada, la palabra del paciente; de esa palabra pronunciada por él/ella, escuchada por el analista y entendida como simbólica, abstracta, multisémica y de doble sentido, podrán provenir descubrimientos de lo inconsciente que seguramente han afectado nuestra vida de diversas maneras y que sin duda, al conocerse, amplían el campo percepción – consciencia; esto nos puede llevar a ubicarnos en otro lugar y diferente postura – quizá más conveniente para nosotras, nosotros – frente a ciertas situaciones y personas.
El análisis también nos da la posibilidad de seguirnos preguntando; las respuestas fáciles y aparentes dejan de ser lo más importante, se va pensando con el analista más allá de lo fenoménico. Se integran partes antes escindidas y proyectadas, porque todo esto causa dolor mental con el que no necesariamente tenemos que vivir.
El psicoanálisis no es para todos, todas, como a veces se suele pensar. Es para quien reconoce en sí mismo un conflicto y tiene el deseo de analizarse y cambiar; quizá son pocos los que están dispuestos a esto ya que vivimos un mundo de inmediatez que presenta soluciones fáciles para casi todo, en las que el individuo no tiene que hacer prácticamente nada – ningún esfuerzo o trabajo – para vivir una mejor vida y dejar de permanecer en la queja o en el lugar de la víctima; habitamos un mundo light, en el que muchas personas prefieren sustituir la duda por certezas (a veces, fanáticas), para no incomodarse, ni incomodar, y así quedar bien adaptados y lejos de cualquier verdad que pudiera hacerles sufrir o pensar, sin tomar en cuenta que el conocimiento de ciertas verdades podría llevarles a vivir una vida más armónica, menos violenta; sin el reconocimiento de que no todo tendría que limitarse a una vida pasiva, adaptada, incluso alienada; que la pasión tiene un lugar importante en nuestra existencia, que los ideales valen y que la palabra, tal como lo marcó Freud, fue la que fundó la cultura en la que vivimos y que podríamos cuidarla mucho más, si comenzáramos por atendernos y entendernos a nosotras, nosotros mismos.